La mejor combinación del mercado chalaco. Surtido y pan con chicharrón.
La
breve anécdota de un negocio que lleva más de 30 años al servicio de los
porteños.
Cuando Dionisio Gómez sintió
la pistola en la sien derecha, apretó los puños y pensó que era el final. El diminuto
hombre, de 64 años, no tuvo más remedio que entregar su ganancia a un par de
asaltantes una mañana de 1974. Sin embargo, nunca se imaginó que años más
adelante le ‘sacarÃa el jugo’ a su carretilla “La Esmeralda”.
Llevaba pocos meses de
negociante, pero luego del infortunio, Dionisio quiso tirar la toalla. No
obstante, su hijo Francisco lo motivo a seguir, dejando su sueño de ser abogado.
“Pancho” y “Dio” tomaron el timón de la carretilla y comenzaron de nuevo. Por
ello, la calle siete de Colón se convirtió, en poco tiempo, en el “point” de
los desayunos. Se hicieron conocidos, ganaban bien, y el progreso no tardó.
“Después del 74´ parece que
cambió mi suerte. Tras una década, la carretilla era pequeña para la demanda
que tenÃamos. Asà que alquilamos un puesto del mercado. La misma gente venÃa y
cada año se ganaba más. Aquà nos dicen “Los Pioneros”, asegura Francisco Gómez
con alegrÃa, mientras en pocos segundos se prepara un surtido especial.
En el verano de 1987, “La
Esmeralda” se convirtió en “La Perla de los jugos”. El negocio se encuentra
hasta hoy en el corazón del Mercado Central del Callao. Incluso, Urbano Julve Ciriaco,
alcalde chalaco de ese entonces, encargaba a trabajadores a comprarle su
desayuno en ese local. Y más aún, en esos tiempos de inflación, solo se negociaba con la municipalidad.
En los años noventas las
ganancias eran ascendentes. La estabilidad económica llegó a sus bolsillos. Y a
partir del presente siglo no hay otro lugar para disfrutar un desayuno que en
“La Perla de los Jugos”. Los ocho sabores que promocionan, y la atención mÃnima
de dos minutos, han calado profundo en los pobladores chalacos.
“Cuando llegué la juguerÃa
me encantó. Decidà dejar mi chifa y comencé a vender pan con chicharrón aquà al
frente. Lo complementa, los mismos clientes solo voltean a pedir mi pan” asegura
Rodolfo Tao, el “chinito” de la
sangucherÃa.
Los jugos te cuestan desde
los dos soles hasta los cinco. Motivo por el cual, el dÃa acaba recaudando un
aproximado de 400 soles. Saldo envidiable, pero saben que no siempre es asÃ. Los
sábados y domingos son los mejores, 800 soles en el bolsillo de “Pancho”.
Asà pues, el negocio
triunfante de los jugos, un lugar de 8 metros cuadrados, con bancas alrededor y
con 10 trabajadores a disposición de Francisco. Es el punto de encuentro de los
chalacos. Una perla antigua que supo “sacarle el jugo” a la vida. Un negocio
que alimenta y alegra generaciones tras generaciones.
Por José Sifuentes
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