sábado, 9 de julio de 2011

Una copa, por Juanito



 
 "El Juanito", uno de los bares más populares de la capital.

El bar es un museo de recuerdos, de la suma de sus historias y nostalgias. Las ciudades solo tienen vida si es que poseen bares, El Juanito es uno de ellos. 

Nunca le gustó la cerveza, pero fue dueño de un legendario bar. Nunca escribió un cuento o un poema, pero fue amigo de Julio Ramón Ribeyro y Martín Adán. Siempre le gustó la salsa y el bolero, mas en su local estaba, está, prohibida la música. Juan Casusol hizo de una bodega Barranquina un mítico bar, “El Juanito”.  
Un mesero atiende a una pareja  que se dispone a comer una butifarra, un joven con guitarra en mano sale con aire distraído y un grupo de sanmarquinos, pasados de copas, discuten sobre  las obras de Sábato, mientras que en la primera mesa una flor roja es colocada con cuidado. “Es en honor a mi padre, que todos los días, a las 4 de la tarde, se sentaba a tomar su café”, comenta Rodolfo Casusol, hijo del fundador del local.

Y es que Rodolfo recuerda con nostalgia  a su padre, quien falleció  hace más de un año, y de las historias que le contaba sobre cómo se inició este lugar. “don Luis Queirolo, gran amigo de mi padre, le traspaso su local y en 1937 oficialmente se inauguró, al comienzo era una tienda y además se llamaba La Bodega del Parque”, comenta con aire melancólico.

“Luego dejó de ser una bodega y  paso a ser un bar y poco a poco se fue convirtiendo en el recinto de artistas y escritores, desde martín Adán pasando por Juan Gonzalo Rose, y Julio Ramón Ribeyro y “El Chino” Domínguez”  añade Rodolfo, quien se excusa un momento pues se acerca a saludar Joaquín Mariátegui, integrante del grupo Bareto. 

Con los años, “El Juanito” pasó a formar  parte de la historia de Barranco y de Lima. En sus mesas  se escribían manifiestos, se componían poemas, se bebía y hasta se discutía, pero nunca  un escándalo, ni una pelea, esa era la ley y había que respetarla.

Por sus recintos se podía ver ingresar a un connotado periodista,  un poeta orate, a un  prestigioso escritor o un trillado filósofo. Todos con el afán de acompañar sus ideas, sus inspiraciones y convicciones con una buena  botella de vino. 

Incluso, fue uno de los primeros bares en el que se admitió el ingreso a las mujeres, pues en la década de los 50 y 60 s´ era casi imposible verlas sentadas en un bar pues detestaban estar en medio de hombres bebiendo. “El Juanito” les abrió sus puertas y les acondicionó un lugar especial a la entrada del local,  desde ahí  son las que con mayor frecuencia llegan a tomarse un trago.

Empieza a caer  la noche y una tenue llovizna  moja las calles de Barranco dándole un cierto encanto poético. Una señora ingresa con su menor hija al bar, hecho que no sorprende a nadie, pues Juanito Casusol, acostumbraba darles vasos con chapitas, dulces y habitas a los niños. Su consigna siempre fue hacer de su legendario local un mundo de alegría, amistad y cultura y vaya que lo consiguió.  


Por Joel Peralta

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