domingo, 26 de junio de 2011

Cuando enterrar a un muerto se convierte en una novela

El hijo de Mercedes yace debajo del montículo de piedras.
Cuando un familiar fallece nada es fácil. Todo, desde la vestimenta hasta el momento de la sepultura requiere de tiempo, esmero y algo más que paciencia. Para los más tradicionales - porque ahora es común cremar a los difuntos – buscar el lugar perfecto para que descanse el ‘finadito’ es aún más complicado. El que tiene más posibilidades busca a las compañías de seguros y el que no, prefiere los ya conocidísimos: cementerios municipales.


Tomó unas flores, de las últimas que quedaban, y las colocó sobre un montículo de piedras, no había inscripción ni señales de una tumba, pero ellas se sentó y rezó un par de oraciones. Mercedes de 56 años, tiene enterrado a su hijo en el cementerio Raúl Porras Barrenechea de Carabayllo. Mercedes iba por su séptimo mes de embarazo cuando sufrió un accidente. Iba a dar a luz a gemelos pero uno de ellos murió dentro su vientre. No tenía dinero para cubrir con los gastos y su esposo se encargó del deceso, mientras ella se recuperaba en el hospital.

Enterraron al pequeño en el cementerio del distrito hace quince años y desde entonces iban a visitarlo cada primero de noviembre. Pero dejaron de hacerlo hace algún tiempo y  ahora que Mercedes regresó a verlo, la cruz y las flores no estaban. Incluso creyó que habían desaparecido el cuerpo, pero no, la pequeña tumba yacía bajo un montículo de grandes rocas.

Mercedes no ha podido hacer lo suficiente para mantener digna la tumba de su pequeño, y como ella dice tristemente “las rocas pesan mucho, yo sola no lo puedo hacer”. Pues los precios para construir un nicho (pese a ser únicos y evitar el pago anual como en otros lugares) cuesta alrededor de 230 nuevos soles. Y es que quien se olvida de sus difuntos en lugares como este, tiene la probabilidad de que su tumba desaparezca.

En el Cementerio Raúl Porras Barrenechea hay historias como las de Mercedes, pero aún más desalentadoras. Si uno hace un recorrido por los aproximadamente 150 metros cuadrados del cementerio puede observar algunos nichos olvidados, cubiertos de tierra, sin inscripción ni cruz y sin flores. Triste realidad, pues otros mientras tanto, están mejor acondicionados. ¿De quién depende? La respuesta es simple, de la familia.

Por Raquel Tineo

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