domingo, 26 de junio de 2011

Déjame pasar para enterrar a mi muerto

                                                        Entrada al cementerio "El Àngel"



Vigilar implica mantener los ojos abiertos. Una copita de pisco y el valor se intensifica en el cuerpo del vigilante. Cuidar la morada donde duermen los ausentes  termina cuando amanece. Llamados también guardianes, panteoneros;  se presentan ante nosotros como  símbolo de seguridad. Paisa, cuyo nombre de pila es César Huamaní es uno de ellos.



Todavía recuerda la primera vez que trabajó como panteonero, recuerda el estribillo que  decía   “déjame pasar para enterrar a mi muerto” que  cantaba una  viuda. Las historias son muchas los recuerdos son pocos, argumentaba el por qué no se acordaba con detalles de hechos en el cementerio.

Paisa, hombre mayor  de 68 años  se mantiene expectativo por el día y por las  noches  el sueño lo vence. Siempre qué  le preguntan cuál es su  trabajo, responde “vigilar a los muertos que no se salgan de sus tumbas” con una risa que inspira temor  su respuesta. Su trabajo le otorga respeto en su barrio, sus vecinos saben que  quedarse una noche en el cementerio El Ángel es como perder una  apuesta. Dice que quedarse en la noche invita a  tomarse una copas de pisco que en verdad es  puro aguardiente, esto le ayuda a mantenerse caliente explica pero su intención es darse valor y mantenerse achispado.

De joven trabajó de guardián en  el cementerio de La Merced- Chanchamayo, por un corto tiempo. Se preguntaba  que razón tenía para quedarse despierto toda la noche, si todo estaba    sin moverse. Una noche como todas se quedo dormido. Él cuenta que ese día habían enterrado a un poblador    adinerado, por lo tanto debía ser pomposo el sepelio. Esa noche entraron profanadores de tumba, el miedo, ni el olor a muerto fresco les hizo desistir. Robaron  joyas, el diente de oro, la ropa, dejaron al cuerpo   desolado. Jamás pensó que la tarea de vigilante debía de cumplirse. Los meses siguientes se mantuvo alerta, pero el sueño lo vencía.

Una noche después de un aguardiente, caminó  por las tumbas y se halló con un ´brujo´ , hechicero o chamán terminaba de hacer su trabajo provisto de prendas, velas , cruzes y elementos extraños. César solo se quedó helado “era joven y esas cosas me daban miedo” y siguió su camino de guardián.

Ahora perteneciente a la cooperativa Multiservicio San Isidro Labrador de El Ángel,  cuenta que su trabajo es rotativo. Un día puede estar en la mañana otro día en la noche. Además dice que ´está curado de todo susto´.

Caminar tranquilo por los pasillos de los nichos, saber la ubicación  por años y por nombres   de pabellones, es su día a día salvo los lunes que es su día de descanso.


 
Por  Maite Ortiz Astohuamán.

No hay comentarios: