Vigilar
implica mantener los ojos abiertos. Una copita de pisco y el valor se
intensifica en el cuerpo del vigilante. Cuidar la morada donde duermen los
ausentes termina cuando amanece.
Llamados también guardianes, panteoneros;
se presentan ante nosotros como
símbolo de seguridad. Paisa, cuyo nombre de pila es César Huamaní es uno
de ellos.
Todavía
recuerda la primera vez que trabajó como panteonero, recuerda el estribillo
que decía “déjame pasar para enterrar a mi muerto”
que cantaba una viuda. Las historias son muchas los recuerdos
son pocos, argumentaba el por qué no se acordaba con detalles de hechos en el
cementerio.
Paisa,
hombre mayor de 68 años se mantiene expectativo por el día y por
las noches el sueño lo vence. Siempre qué le preguntan cuál es su trabajo, responde “vigilar a los muertos que
no se salgan de sus tumbas” con una risa que inspira temor su respuesta. Su trabajo le otorga respeto en
su barrio, sus vecinos saben que
quedarse una noche en el cementerio El Ángel es como perder una apuesta. Dice que quedarse en la noche invita
a tomarse una copas de pisco que en
verdad es puro aguardiente, esto le
ayuda a mantenerse caliente explica pero su intención es darse valor y
mantenerse achispado.
De
joven trabajó de guardián en el
cementerio de La Merced- Chanchamayo, por un corto tiempo. Se preguntaba que razón tenía para quedarse despierto toda
la noche, si todo estaba sin moverse.
Una noche como todas se quedo dormido. Él cuenta que ese día habían enterrado a
un poblador adinerado, por lo tanto
debía ser pomposo el sepelio. Esa noche entraron profanadores de tumba, el
miedo, ni el olor a muerto fresco les hizo desistir. Robaron joyas, el diente de oro, la ropa, dejaron al
cuerpo desolado. Jamás pensó que la
tarea de vigilante debía de cumplirse. Los meses siguientes se mantuvo alerta,
pero el sueño lo vencía.
Una
noche después de un aguardiente, caminó
por las tumbas y se halló con un ´brujo´ , hechicero o chamán terminaba
de hacer su trabajo provisto de prendas, velas , cruzes y elementos extraños.
César solo se quedó helado “era joven y esas cosas me daban miedo” y siguió su
camino de guardián.
Ahora
perteneciente a la cooperativa Multiservicio San Isidro Labrador de El
Ángel, cuenta que su trabajo es
rotativo. Un día puede estar en la mañana otro día en la noche. Además dice que
´está curado de todo susto´.
Caminar
tranquilo por los pasillos de los nichos, saber la ubicación por años y por nombres de pabellones, es su día a día salvo los
lunes que es su día de descanso.
Por Maite Ortiz Astohuamán.
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