En Barrios
Altos se encuentra El Ángel, uno de los cementerios más populares de Lima y aquel que posee las más originales
historias dentro y fuera de sus
recintos.
El Ángel es una necrópolis moderna. Un cementerio con
historia, personas y tumbas. La penumbra invade por completo al visitante desde
la entrada, aquella entrada llena de barro y vendedores. El espacio es
estrecho, los mausoleos y los nichos llevan a imaginarse que aquel lugar no es
agradable. Cuantas historias existirán detrás de cada entierro, detrás de
cada persona que yace en este lugar.
Especialmente, detrás de cada persona que trabaja en este cementerio.
En la
entrada, una reja oxidada y sin color, se encuentran los más curiosos oficios.
Media docena de señoras abordan a los visitantes en la puerta incluso a los que
vienen dentro de sus autos. Muestran los más llamativos ramos de flores a solo
dos soles. Un precio cómodo en un primer momento, sin embargo, es una
estrategia engañosa porque el ramo cuesta seis soles. Todo es para llamar y
quitar clientes. Es la regla universal de todo vendedor.
El aguatero
con sus botellas de Kola real e Issac Kola cortadas en la mitad y su galón de
agua reposada al lado espera a las personas. Es el complemento perfecto. Sin agua,
no hay flores. Un negocio redondo. La diferencia es que él no se acerca a nadie
solo espera a cada cliente, su tarifa es de un sol.
El Ángel no
solo es un cementerio de mausoleos, en los nichos y criptas se encuentran
lápidas de todo tipo. Y los fabricantes de lápidas están presentes con seis
grandes puestos en la entrada de la avenida Grau. Algunos trabajan en sus
puestos, otros exhiben sus trabajos. El piso de todas las tiendas se encuentra
sucio, pero el resultado es impecable.
Existen
jardineros, vigilantes y cuidadores. Todos con leyendas urbanas sobre sus
hombros. No cualquiera trabaja en un cementerio, especialmente de madrugada. Un
cuidador de tumbas cuenta que es necesario un vasito de pisco para entrar en
confianza. En la oscuridad y solo, no es fácil trabajar. La clave es no dejarse
llevar por los nervios.
Así es el
trabajo en un cementerio, especialmente en uno en el cual se encuentran
enterradas todo tipo de personas, desde las muchas familias japonesas que
poseen los más exclusivos mausoleos hasta los RV que no cuentan con una lápida
para colocarles flores. La tarde gris y fría de Lima hace juego con este lugar,
nadie lo puede dudar.
Por Pilar Olivo
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