domingo, 26 de junio de 2011

Trabajadores fantasmas

                                                   Encargado del cuidado de nichos

En Barrios Altos se encuentra El Ángel, uno de los cementerios más populares de  Lima y aquel que posee las más originales historias  dentro y fuera de sus recintos.


El Ángel  es una necrópolis moderna. Un cementerio con historia, personas y tumbas. La penumbra invade por completo al visitante desde la entrada, aquella entrada llena de barro y vendedores. El espacio es estrecho, los mausoleos y los nichos llevan a imaginarse que aquel lugar no es agradable. Cuantas historias existirán detrás de cada entierro, detrás de cada  persona que yace en este lugar. Especialmente, detrás de cada persona que trabaja en este cementerio. 


En la entrada, una reja oxidada y sin color, se encuentran los más curiosos oficios. Media docena de señoras abordan a los visitantes en la puerta incluso a los que vienen dentro de sus autos. Muestran los más llamativos ramos de flores a solo dos soles. Un precio cómodo en un primer momento, sin embargo, es una estrategia engañosa porque el ramo cuesta seis soles. Todo es para llamar y quitar clientes. Es la regla universal de todo vendedor.

El aguatero con sus botellas de Kola real e Issac Kola cortadas en la mitad y su galón de agua reposada al lado espera a las personas. Es el complemento perfecto. Sin agua, no hay flores. Un negocio redondo. La diferencia es que él no se acerca a nadie solo espera a cada cliente, su tarifa es de un sol.

El Ángel no solo es un cementerio de mausoleos, en los nichos y criptas se encuentran lápidas de todo tipo. Y los fabricantes de lápidas están presentes con seis grandes puestos en la entrada de la avenida Grau. Algunos trabajan en sus puestos, otros exhiben sus trabajos. El piso de todas las tiendas se encuentra sucio, pero el resultado es impecable.

Existen jardineros, vigilantes y cuidadores. Todos con leyendas urbanas sobre sus hombros. No cualquiera trabaja en un cementerio, especialmente de madrugada. Un cuidador de tumbas cuenta que es necesario un vasito de pisco para entrar en confianza. En la oscuridad y solo, no es fácil trabajar. La clave es no dejarse llevar por los nervios.

Así es el trabajo en un cementerio, especialmente en uno en el cual se encuentran enterradas todo tipo de personas, desde las muchas familias japonesas que poseen los más exclusivos mausoleos hasta los RV que no cuentan con una lápida para colocarles flores. La tarde gris y fría de Lima hace juego con este lugar, nadie lo puede dudar.




Por Pilar Olivo




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