miércoles, 8 de junio de 2011

Dando luces a su arte

Malabarista atento a la luz roja.
 El malabarismo callejero es uno de los oficios más vistos en las calles limeñas.

Algunas veces son víctimas del tráfico que impera la ciudad. En otras, logran distraer a los choferes del apuro. Y muchas más, se ganan no sólo unos céntimos; sino, un aplauso o una sonrisa. El peligro de la pista es un tema intocable para ellos. No son vagabundos ni mendigos, son artistas relegados a las calle limeñas.


Felipe “Pipo” Gómez, es  uno de los cuatro jóvenes artistas que se ganan la vida en la cuadra 30 de la av. La Marina. El cajamarquino tiene 21 años y es mayor de tres hermanos, a quienes solo los ve de noche. “No es nada fácil, pero quiero dedicarme más años al malabarismo callejero”, expresa abiertamente, mientras engalana mi vista con algunos trucos.


“Pipo” niega rotundamente que sea la necesidad el principal motor de su trabajo. Y argumentó que si bien apoya a sus dos hermanos que cursan la secundaria y a su madre, disfruta mucho de lo que hace. Y entiende que cada vez que estrecha la mano, le es más satisfactorio recibir un “gracias” o una sonrisa amable, que unos céntimos de bronce.


En los intercambios de verde a rojo, que solo ofrecen 70 segundos de aprovechamiento, sus compañeros de semáforo hacían de la suya. “Toño”, el “chato” y “Beto”, los dos últimos bailarines acróbatas, lo han acompañado desde hace más de dos años. Y aseguran que son democráticos en su oficio. “Los conocí a ellos en la av. Grau de Barranco, empecé a trabajar con ellos. Nunca nos peleamos por salir siempre a pisar las líneas peatonales, un rojo para cada uno”, dijo “Pipo”, carismáticamente.


 “Es una pasión que te mueve y te recompensa”

Sus caras se voltearon a verse mientras pensaban el significado del malabarismo para ellos. La sorpresa o la falta de palabras descriptivas inundaron por segundos el pequeño círculo que habíamos formado en el parque. Pues para ellos la 1pm es la hora indicada del almuerzo.


Para mí, dijo Felipe, “es un arte de calle que es lo bastante práctico y te ayuda a contactarte con la gente”, mientras dejaba la cuchara posada en su ‘tacu tacu’. “Es mi trabajo y mi vida a la vez”, refirió el “chato” pensando en sus acrobacias en el baile. “Toño” resume en conjunto el pensar de los cuatro, “Es una pasión que te mueve y te recompensa”, asegurando que hacer lo que uno quiere y ser recompensado por eso es gratificante.


Es, entonces, el semáforo, el mejor cómplice de sus aventuras artísticas. Las frases despectivas, los choferes indiferentes y el peligro de las pistas no ponen en ‘rojo’ la continuación de su arte. Y más bien, esperan que den ‘luz verde’ a proyectos sociales para artistas de la calle.

Por José Sifuentes

No hay comentarios: