domingo, 26 de junio de 2011

DOS NEGOCIOS DE LA MUERTE



Reconocida florera


Si Carmen Chacaliaza fuera profesora de primaria o suboficial de la Policía, diariamente su bolsillo pesaría lo mismo. No tiene pistola, ni plumón; no obstante, los pompos de claveles, rosas y canyús son las armas para llevar el pan a su hogar. Tiene entendido que un nicho es el punto de distribución de su marketing. Y hasta ahora la muerte la ha mantenido con vida por más de una década.




“Camuchita” es una ayacuchana de tez morena, tiene 52 años y vende flores a las afueras del Cementerio Baquijano y Carrillo del Callao. Lleva laborando arduamente 14 años en su negocio, el cual empezó cuando dejó de ser secretaria. “En la época de Fujimori, mi empresa salió del mercado y un familiar me trajo aquí”, dijo la florista, inmediatamente después de recibir S/. 2.50 por un pompo de rosas.

La vendedora ambulante, carismáticamente, cuenta que gana al día de 30 a 50 soles. Por lo que-en cuanto a sueldo se trate- no tiene que envidiar a un ‘profe’ o a un ‘tombito’.  Y agrega que en los días festivos su ‘caja’ registra 200 soles como ganancia. Entonces, sin exagerar, sus flores habrán adornado 50 mil nichos de los 120 mil que se encuentran en el camposanto chalaco.

Mientras una jovencita llora en la entrada del cementerio, con desesperación y agonía, Carmen asegura que vender en el exterior del cementerio te “rompe el corazón”. “Uno no sabe que sentimientos tiene el comprador, de recuerdo, de arrepentimiento, de sufrimiento, pero igual me acerco a ofrecerle mis flores”, apunta con un poco de tristeza en su rostro.

Minutos más tarde se acerca una anciana. Encarnación Agapa, cuñada de “Camuchita”, tiene 28 años de labor sacramental como vendedora de agua. La mujer de 62 años no pasa del metro y medio, pero ‘jala’ sus 20 de litros de agua todos los días. De 8 a.m. a 6 p.m. emite su única frase: “Su voluntad”, pues asegura que el “agua  no tiene precio”. Y cuenta que de voluntad en voluntad  junta 15 soles para mantener a su familia.

Las dos mujeres narran una historia fantasmal. Una mujer de cuerpo escultural, vestida de luto y con la cara tapada, camina en las noches por el cementerio. Nadie sabe por qué, nadie se le acerca, pero cuando la buscan no la encuentran. “Es un fantasma. Los taxistas hace años contaban que la misma mujer aparecía en su carro y en el  cruce de las avenidas Colonial y Guardia Chalaca ya no estaba”, aseguran nerviosas, pues su sobrino Miguel vivió en carne propia la fatal aparición.

A pesar de todo, las historias no logran poner como piel de gallina sus días de trabajo. Ni logran espantar su espíritu de luchadoras. Y, más bien, afirman que más allá de sus flores y sus botellas de agua, están sus sentimientos de consuelo y apoyo. “Camucha” y Encarnación son dos mujeres que hacen del Cementerio su único mercado para ganarse la vida.

Por José Sifuentes 

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