sábado, 11 de junio de 2011

El arte de ser malabarista

Manuel Rospigliosi atento mientras malabarea con las clavas.

¿Estarías dispuesto a dejar la universidad, porque descubres que no es lo tuyo y prefieres seguir a tu corazón y hacer lo que más te apasiona? No  resulta tan grave como parece. Muchos jóvenes lo hacen. Pero, si lo que te apasiona es el malabarismo entonces,  lo pensarías dos veces.

Manuel no lo dudó. “Yo no dejé la carrera por ser malabarista, me dediqué un año a la universidad, pero  me di cuenta que siendo economista sería un ‘brother’ más en la oficina. Quería hacer algo que me apasionara. Quería dejar huella”. Al año siguiente descubrió su pasión por los malabares. Pero, el arte de manipular objetos le interesó siempre. Sus primeras tres  bolas de malabares fueron un obsequio de su enamorada de entonces, cuando tenía 18 años.

La reacción de los padres fue evidente: “¿Qué hace un malabarista profesional?”. “Fue como un poco chocante para mis padres pero con el tiempo empezaron a ver resultados”. Esos resultados se manifestaron en horas de entrenamientos: “me sacaba la mugre”. Su madre fue la primera en manifestarle su apoyo, y se siente orgullosa de lo que su hace su hijo.
Una pasión sin límites


Manuel Rospigliosi es malabarista profesional desde hace 4 años y cinco meses. Empezó con tres bolas y le encantó el juego. El dueño del lugar donde las compró era todo un profesional y conocía a los mejores malabaristas de la capital, como los de la Tarumba. Manuel se hizo ‘pata’ de los maestros y comenzó a entrenar con ellos, al poco tiempo le agarró la maña a las clavas y aros.


A sus cortos 23 años acaba de abrir un taller de malabarismo dedicado a jóvenes de 18  en adelante y los resultados están superando sus expectativas. Desde el 2008 viene dictando talleres a instituciones y alumnos de universidades, pero este proyecto es más ambicioso. Él pretende formar una escuela de malabaristas, que no hay en el país.


“Mi récord es con ocho bolas. Todo es ful técnica […] Es saber cómo usar la muñeca, a donde mirar, usar el brazo para lanzar, usar el brazo para amortiguar la caída del objeto”, manifiesta Manuel rápidamente y casi conteniendo la respiración. La física es clave aquí. Y aunque muchos digan que la odian, para el malabarismo es un gran aporte.


Todo un profesional


“Como malabarista siempre aprendes”. Para Manuel ni el mejor del mundo deja de hacerlo., incluso Anthony Gatto, el mejor malabarista del mundo del Cirque du Soleil. Por ahora no es  su prioridad trabajar en un circo, pero le encantaría pertenecer a uno y está seguro de que algún día lo hará.  Pues sentir la adrenalina de estar en un escenario, donde todos esperan verte en acción para recitarles  los mejores versos de tu repertorio con unas bolas, unas clavas o incluso unos aros y  un derroche de carisma sobre el escenario, se convierte en otro mundo y como dice: “El Circo es la unión de todas las artes”. 


Mientras sigue hablando de lo grandioso que es su trabajo, su mirada profunda brilla y, más en confianza que al comienzo, describe su pasión en cuatro palabras: “Amo lo que hago”.



Por Raquel Tineo 

1 comentario:

Unknown dijo...

Sigo a Manuel en twitter aproximadamente hace 6 meses y debo decir que es como el hermano mayor que nunca tuve, es super responsable y realmente inspirador además de grammar nazi XD jajaja sigue así man d(^-^)b